LA OTRA CALLE
"en medio del rugir de las fogatas
fui caminante de sal entre las piedras"
I
Me gustaría encontrar aquella calle, pensaba. Las hojas de los árboles a veces
temblaban como gotas. A veces eran gotas que corrían por sus ojos. Me gustaría encontrar aquella calle, pensaba. Y no eran gotas solamente. Ya relámpagos corrían por el rostro porque la calle que ella buscaba quedaba lejos. No se trataba de espacio sino de tiempo y el tiempo la contaminaba.
Me gustaría encontrar aquella calle, pensaba.
II
Y un perfume de jazmines inundó todo.
Tiempo o espacio en el que ella se despojó de preguntas y se encontró en la
vereda , los niños corrían a su lado , jugaban con el perrito negro.
De pronto la calle se pierde. Niños y perro huyen por los aires de Lima ,se
confunden con el olor de las buganvillas , siguen jugando y riendo sin ella
que se pierde también en el espacio y en el tiempo.
El viejo empedrado de la ciudad . Ya las risas son tan lejanas , los
bocinazos y los olores la retornan bruscamente a esta orilla porque ha perdido la calle, los niños la estarán buscando y ella no sabe como volver.
Si se cierran los ojos quizás volverá a encontrar esa calle. Siente el calor suave de la ciudad que no conoce el viento, las hojas no se mueven aquí y saltan nuevamente niños y perrito, ella va con su baguette bajo el brazo, es tan joven que se siente hermosa en esa calle que huele a buganvilla.
Escucha las campanas de la iglesia Santa María, debe llegar a casa porque
el óvalo Gutiérrez queda tan cerca, sólo atravesar el costado de la huaca Juliana o bien seguir de frente. Nuevamente los niños y el perro se alejan, ella busca desesperada orientarse con los ladridos que se escuchan ya lejos, cada vez más lejos los ladridos, las risas de los niños.
Sabe que no puede con las fuerzas del tiempo y el espacio, que inexorablemente volverá a esta otra calle donde no hay niños ni perro ni Huaca Juliana ni baguette ni campanas.
Sólo bocinazos en la gran ciudad donde rondan los muertos sin voz y las Madres “están locas” y los templos se resguardan con bloques de cemento y las voces de los niños, el ladrido del perrito , están en otra calle.
III
Me gustaría encontrar aquella calle, pensaba.
El viento comenzó a sacudirlo todo, la alejaba y esta calle donde buscabalas risas y los ladridos la levantaba por los aires, tiempo y espacio, hasta la calle de muerte donde ella corría con sus niños en brazos, el bolso repleto de pañales. Una noche en esa calle, muchas noches en esa calle. La muerte maneja un Falcón verde. Mejor era pensar como encontrar la otra calle, la de la Huaca Juliana , pero ella no sabe cómo retornar.
Si se cierran los ojos y las lágrimas dejan de correr quizás .
Siente ya el calor suave de la ciudad que no conoce el viento, las hojas no se mueven aquí
“menudo pie la lleva por la vereda
que se estremece al ritmo de su cadera”
Mira correr y saltar a los niños y al perrito, ella va con su baguette bajo el brazo, escucha las campanadas de la iglesia Santa María, ya va a llegar a casa.
Pero nuevamente niños y perro se alejan y ella busca desesperada orientarse con los ladridos, que se escuchan ya lejos, infinitamente lejos.
IV
Esta calle es muy arbolada. Comienza la primavera y hace un calor húmedo.
Ahora en esta calle la vida continúa. Nadie se pregunta por esa muchacha, por ese niño, por esa beba. La vida continúa en esta calle donde ella no sabe
adónde ir, donde cada día le gana un día a la muerte.
Esta calle está en primavera Hay una luz muy intensa y los balcones florecenLa gente pasay esto es la vida cotidiana.
El frutero en la esquina de la calle vende su fruta, el florista ordena sus flores.
Esta calle está en primavera, un aire húmedo se huele en esta calle donde la vida continúa .Esto se llama la vida cotidiana, piensa. Repasa direcciones, ubica amigos lejanos, hojea el diario que anuncia nuevos “enfrentamientos” y nuevos cadáveres.
Todavía son pocos los cadáveres y las Madres no han enloquecido.
Ahora en esta calle es primavera y a pesar de todo ella reconoce una hermosa primavera . Ve de lejos la plaza, los juegos, palita y balde, la calle es una fiesta.
Ella siente que la calle es una fiesta de los otros y la ciudad sólo escucha los latidos de lo que no molesta,
Hay que buscar la otra calle, hay que encontrar el olor de las buganvillas, hay que escuchar las campanadas de la iglesia de Santa María y caminar por el costado de la huaca Juliana
Hay que volver a casa.
V
Volver a casa , piensa y ¿dónde queda la casa de los niños y el perrito?
Volver a casa. Siente que fuertes marejadas la alejan o es el viento que nuevamente arrecia. Pero aquí no hay viento, dice. Mira el mar, esas olas que se abaten sobre la costa, el Pacífico se alza amenazante a veces.
Ella ve jugar a los niños que corren, se ríen, arman sus castillos, el mar los moja y desarma el sueño de arena.
Se van cayendo los murallones que protegen la rubia ciudad, las torres, los pasadizos. Quedan abandonados los restos en la arena, expuestos a próximas y últimas destrucciones, mientras los niños ya construyen otro castillo , otras torres, otros pasadizos. Hay tanta vida dentro del castillo.
Hay tanta vida.
VI
Cuando se huye y se llega a otra parte , la vida es suave aún con sus penurias. Ella abre una ventana sobre la calle desconocida . Esa quietud, las hojas no se mueven . Siente extrañeza .
Pero la vida es suave cuando el horror queda atrás y los niños la reclaman, la vida suave la reclama para calmar las heridas porque ha recuperado su porción de aire en otra parte
“jazmines en el pelo
y rosas en la cara”
Ella abre una ventana , la vida le entra ¿ Habré encontrado aquella calle ? |