Trayectoria
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Narrativa M.Goldin

 

 

 

 

 

Narrativa

de Martha Goldin

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LA VUELTA

El sol cae a pique y el asfalto arde.
La mirada de ella se detiene en la baldosa floja, recorre la calle solitaria, el ramaje de los árboles, sus copas sedosas. Como mareada aspira el aire que su piel reconoce. Mi ciudad, dice. Y sonríe.
Liliana y Cristina vienen hacia mí. Tenemos nueve años y un montón de tareas.
Yo acomodo mi maleta de escuela en el hombro, le digo voy con ustedes. Me miran asombradas, piensan, no sé, que de pronto crecí, que no soy quien soy, esta niña con lágrimas, las lágrimas no dejan de caer porque mis amigas no me reconocen, siguen saltando la cuerda, mientras yo, desconcertada, retrocedo hacia la puerta de mi casa, de espaldas busco el picaporte, lo oprimo, sigo retrocediendo en la frescura insólita del zaguán, el olor a jazmines me inunda, toda la casa es un jazmin que me recibe, y me arrojo en brazos de mamá , venga mi nena ¿qué le pasa? y quiero contarle, explicarle todo, pero soy esta bebita rubia de un año y apenas sé balbucear, y mamá me saca de la cuna y me aprieta contra su pecho mientras bajo del avión en Ezeiza, con mis dos hijos de la mano, tras nueve años de exilio. Miro mi ciudad.
El sol cae a pique y el asfalto arde.

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LA CALLE ACEVEDO

Sucedía cada vez que bordeaba el Botánico. Como si una fuerza brutal la empujara caminaba hacia la calle Acevedo, buscaba con cierta dificultad la puerta y se quedaba parada mirando. Útimamente notaba esto con mayor frecuencia mientras tomaba un café en el bar de Malabia. Ellos le preguntaban qué pasaba. Bromeando comentaba que se veía pasar con la beba en brazos y el hijo en triciclo. Era una broma triste y sentía como su voz se quebraba. También era cierto que cada vez más en esas calles tenía la sensación de haber retornado recién, como si los años transcurridos, la vuelta del exilio, se borraran y todo recién comenzara.
No era que extrañara los 70 del terror ni el dificultoso retorno a mediados de los 80. No era eso lo que añoraba, no. Sin embargo algo le sucedía. Esa mañana, como siempre, cruzó la avenida. El solcito de primavera y el cielo tan azul. Se sintió casi feliz. Pensó que no era bueno acercarse a la puerta, que la nostalgia siempre es peligrosa. El tiempo voló. Dejarlo ir, se dijo. Quedó parada cerca de la entrada largo rato. Detrás de la puerta vio la vaivén que se movía y a la mujer muy joven. Llevaba jeans y el pelo largo. La beba dormía. A su lado el hijo de tres años en triciclo y con una servilleta a cuadros azul y blanca anudada al manubrio. Ahí va la manzana deliciosa que tanto le gusta- pensó. Desvió la mirada. Acercarse. Por un momento creyó que sería lo mejor. Acercarse, fundirse en un abrazo, acariciarlos. Los siguió. Cruzó con ellos.
La madre sacó de un bolso de red la pala y el balde,la pelota de plástico de colores y los dejó al alcance del chico que ya se acercaba a sus amiguitos. Suavemente acunó a la beba.
Ni siquiera me mira, no me ve. Todo esto es mío, me lo arrebataron y vengo a recuperarlo. l974. En un gesto desesperado me acerqué a ella. La abracé,la abracé fuerte. Casi como a una hija.
Le esperan tiempos difíciles, pensé, muy difíciles.

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La habitación de al lado - Los Ángeles

Mi habitación es la 307. Muy confortable , tiene un balcón desde el cual puedo ver el Pacífico . En la 308 vive una mujer que grita con voz chillona y se pelea con alguien.Todas las noches se escuchan los golpes. Ella se va y vuelva inmediatamente. Patea la puerta con fuerza.
-Open -grita -open, fuckyou.
Alguien le abre y todo recomienza. A veces conversan, se rien. La voz del otro, el hombre, es gruesa y acariciadora. Por la mañana el silencio, como si en la 308 la noche hubiera transcurrido en paz. Silencio extraño que reordena todo cuando comienza a amanecer y espera sigilosamente las primeras sombras. He intentado en vano saber de quien es la voz masculina de la noche.
Vive sola-dice Ceci, la empleada hispana del hotel ,que aprovecha la oportunidad para hablar mal de la gringa .- se droga, toma mucho y cuando se baña llena de talco la habitación. Mándele nomás, hace meses que vive acá . Si no la deja dormir,llame a la policía-
Le brillan de odio los ojos negros y la piel canela de muchacha latina.
Y se va, la que se va es ella , arrastrando por el corredor su carrito de ropa blanca .
Me han ofrecido cambiar de habitación pero siento un ligero cansancio, como si una fuerza me detuviera . Sin embargo se que los ruidos de la 308 se harán sentir esta noche y así es. Comienzo a escuchar la voz gruesa y suave, las risas, los gritos, la puerta que se golpea .
Open- grita la del 308-
Apoyo mi oreja contra la delgada pared, otra vez la puerta se abre,
- Fuckyou- grita- fackyou.
Nuevamente silencio. Amanece temprano y espero que Ceci pase con su carrito para asear las habitaciones.
-Ceci -intento quejarme al verla -otra noche sin dormir.
- Andele -Ceci sonríe mostrando sus dientes muy blancos- pués hace dos días que la habitación está vacía.

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LA OTRA CALLE

"en medio del rugir de las fogatas

fui caminante de sal entre las piedras"

I

Me gustaría encontrar aquella calle, pensaba. Las hojas de los árboles a veces temblaban como gotas. A veces eran gotas que corrían por sus ojos. Me gustaría encontrar aquella calle, pensaba. Y no eran gotas solamente. Ya relámpagos corrían por el rostro porque la calle que ella buscaba quedaba lejos. No se trataba de espacio sino de tiempo y el tiempo la contaminaba.
Me gustaría encontrar aquella calle, pensaba.

II

Y un perfume de jazmines inundó todo.
Tiempo o espacio en el que ella se despojó de preguntas y se encontró en la vereda , los niños corrían a su lado , jugaban con el perrito negro.
De pronto la calle se pierde. Niños y perro huyen por los aires de Lima ,se confunden con el olor de las buganvillas , siguen jugando y riendo sin ella que se pierde también en el espacio y en el tiempo.
El viejo empedrado de la ciudad . Ya las risas son tan lejanas , los bocinazos y los olores la retornan bruscamente a esta orilla porque ha perdido la calle, los niños la estarán buscando y ella no sabe como volver.
Si se cierran los ojos quizás volverá a encontrar esa calle. Siente el calor suave de la ciudad que no conoce el viento, las hojas no se mueven aquí y saltan nuevamente niños y perrito, ella va con su baguette bajo el brazo, es tan joven que se siente hermosa en esa calle que huele a buganvilla.
Escucha las campanas de la iglesia Santa María, debe llegar a casa porque el óvalo Gutiérrez queda tan cerca, sólo atravesar el costado de la huaca Juliana o bien seguir de frente. Nuevamente los niños y el perro se alejan, ella busca desesperada orientarse con los ladridos que se escuchan ya lejos, cada vez más lejos los ladridos, las risas de los niños.
Sabe que no puede con las fuerzas del tiempo y el espacio, que inexorablemente volverá a esta otra calle donde no hay niños ni perro ni Huaca Juliana ni baguette ni campanas.
Sólo bocinazos en la gran ciudad donde rondan los muertos sin voz y las Madres “están locas” y los templos se resguardan con bloques de cemento y las voces de los niños, el ladrido del perrito , están en otra calle.

III

Me gustaría encontrar aquella calle, pensaba.
El viento comenzó a sacudirlo todo, la alejaba y esta calle donde buscabalas risas y los ladridos la levantaba por los aires, tiempo y espacio, hasta la calle de muerte donde ella corría con sus niños en brazos, el bolso repleto de pañales. Una noche en esa calle, muchas noches en esa calle. La muerte maneja un Falcón verde. Mejor era pensar como encontrar la otra calle, la de la Huaca Juliana , pero ella no sabe cómo retornar.
Si se cierran los ojos y las lágrimas dejan de correr quizás .
Siente ya el calor suave de la ciudad que no conoce el viento, las hojas no se mueven aquí

“menudo pie la lleva por la vereda
que se estremece al ritmo de su cadera”

Mira correr y saltar a los niños y al perrito, ella va con su baguette bajo el brazo, escucha las campanadas de la iglesia Santa María, ya va a llegar a casa.
Pero nuevamente niños y perro se alejan y ella busca desesperada orientarse con los ladridos, que se escuchan ya lejos, infinitamente lejos.

IV

Esta calle es muy arbolada. Comienza la primavera y hace un calor húmedo.
Ahora en esta calle la vida continúa. Nadie se pregunta por esa muchacha, por ese niño, por esa beba. La vida continúa en esta calle donde ella no sabe adónde ir, donde cada día le gana un día a la muerte.
Esta calle está en primavera Hay una luz muy intensa y los balcones florecenLa gente pasay esto es la vida cotidiana.
El frutero en la esquina de la calle vende su fruta, el florista ordena sus flores.
Esta calle está en primavera, un aire húmedo se huele en esta calle donde la vida continúa .Esto se llama la vida cotidiana, piensa. Repasa direcciones, ubica amigos lejanos, hojea el diario que anuncia nuevos “enfrentamientos” y nuevos cadáveres.
Todavía son pocos los cadáveres y las Madres no han enloquecido.
Ahora en esta calle es primavera y a pesar de todo ella reconoce una hermosa primavera . Ve de lejos la plaza, los juegos, palita y balde, la calle es una fiesta.
Ella siente que la calle es una fiesta de los otros y la ciudad sólo escucha los latidos de lo que no molesta,
Hay que buscar la otra calle, hay que encontrar el olor de las buganvillas, hay que escuchar las campanadas de la iglesia de Santa María y caminar por el costado de la huaca Juliana
Hay que volver a casa.

V

Volver a casa , piensa y ¿dónde queda la casa de los niños y el perrito?
Volver a casa. Siente que fuertes marejadas la alejan o es el viento que nuevamente arrecia. Pero aquí no hay viento, dice. Mira el mar, esas olas que se abaten sobre la costa, el Pacífico se alza amenazante a veces.
Ella ve jugar a los niños que corren, se ríen, arman sus castillos, el mar los moja y desarma el sueño de arena.
Se van cayendo los murallones que protegen la rubia ciudad, las torres, los pasadizos. Quedan abandonados los restos en la arena, expuestos a próximas y últimas destrucciones, mientras los niños ya construyen otro castillo , otras torres, otros pasadizos. Hay tanta vida dentro del castillo.
Hay tanta vida.

VI

Cuando se huye y se llega a otra parte , la vida es suave aún con sus penurias. Ella abre una ventana sobre la calle desconocida . Esa quietud, las hojas no se mueven . Siente extrañeza .
Pero la vida es suave cuando el horror queda atrás y los niños la reclaman, la vida suave la reclama para calmar las heridas porque ha recuperado su porción de aire en otra parte

“jazmines en el pelo
y rosas en la cara”

Ella abre una ventana , la vida le entra ¿ Habré encontrado aquella calle ?

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Autopista del Pacífico Sur – Los Angeles

 

Me gustaba caminar por Torrance. Me gustaban esos días en los que iba reconociendo calles, el barrio cercano al mar, las casitas. El aroma a jazmines impregnaba todo y cuando caía el sol se enrojecía el cielo , siempre celeste. El paisaje, mágico, parecía otro. Cruzaba el Higway y caminaba tres cuadras hasta el semáforo. Y tres más hasta divisar la casa baja y extensa , con su prolijo cartel Library de Torrance. Allí usaba la computadora . Solía atenderme una mujer muy gorda y rubia, de aspecto común . Una tarde sentí , molesta, que no dejaba de observarme. Me acerqué le pedí un libro y vi el miedo en su mirada.
- He soñado noche a noche contigo - me dijo- hace años que te sueño y te temo.
Creo que en ese momento no la comprendí. Acaso pensé que estaba loca :
De todas maneras ser parte del delirio de una obesa bibliotecaria californiana no me atrapaba , pero debo reconocer que sus palabras me inquietaron.
Algo en el silencio de la tarde, el hechizo que emanaba de ese ocaso y el aroma penetrante de los jazmines me estremecieron..
Resolví no ir al día siguiente y aprovechar esas horas visitando Palos Verdes , un pueblo enclavado en las colinas , fascinante con sus enormes palmeras sobre el mar . Un par de días después creí olvidada las extrañas palabras de la californiana y volví a la biblioteca. Allí, como siempre, estaba ella que casi no contestó mi saludo.
Ya en la computadora abrí e-mails. . Eran recuerdos de mis colegas por el Día de la Mujer, encuentros literarios , concursos. Lo de siempre. Creo que fue en esos momentos cuando sentí que la silla en la que estaba sentada crujía. Si, fue entonces que una sensación de extrañeza me invadió. Como si me estuviera desintegrando. .Me levanté lo más rápido que pude y observé el espejo de la entrada. Entonces me vi , definitivamente me vi , incómoda en el voluminoso cuerpo de la bibliotecaria californiana, siniestra en la imagen que me devolvía el espejo y que me acompañaría desde ese momento.
A veces, entre lágrimas , recuerdo mi casa en Buenos Aires, mis seres amados, mis libros . A veces, mientras cierro la library a las ocho de la noche en punto y aburrida doy por finalizado el día , subo con dificultad mi voluminoso cuerpo al auto y me alejo, entre lágrimas, comiendo donut.
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Hermosa Beach-Los Angeles

Sobre la Avenida Aviación cada tanto una bocina. En el silencioso andar de los vehículos sólo un ligero rumor.
Me asomo. El Pacífico atraviesa a lo largo mi mirada.
Me atrae y atrapa como un enamorado.
Es azul y cae sobre la playa abandonando su espuma de utopía cansada.
Cierro los ojos, estiro la mano y subo decidida a mi bote de sueños.
Desde la ventana del hotel me miro, me hago señas, me digo que no arriegue navegando un mar tan impredecible.
Pero mi bote es rebelde. Tiene una larga historia de luchas . Está hecho de los sueños de toda la vida .
Me digo adiós y respiro feliz el aroma del mar.

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