Un día de suerte
Patricio Anzoátegui había llegado a la localidad de Los Reyunos, en la provincia de Mendoza, cuando tenía veintiséis años. Al poco tiempo, y a través de un vecino, se había enterado que una importante empresa acababa de radicarse allí y estaban buscando ingenieros agrónomos. Sin perder un momento se dirigió a la corporación a postularse. Al cabo de unos días lo llamaron. Luego de la entrevista cumplió con los exámenes de rigor y comenzó a trabajar.
Después de dos años conoció a Remedios Domínguez Cortés, con quien se casó y tuvo cuatro hijos. Al momento de nacer el último, la familia gozaba de una buena posición económica. María Belén, la hija mayor, era una muchacha recta, coqueta, vital y con mucho empuje a la hora de hacer proyectos, tanto personales como familiares. Siempre había soñado con recorrer el mundo.
Esa mañana, Remedios había salido a hacer las compras en el mismo momento en que su esposo se iba hacia el trabajo. En esa oportunidad, se había demorado más que otras veces debido a que se aproximaba un feriado.
Al entrar en la casa vio que su esposo estaba allí. Pensando que se había olvidado algo se acercó y le preguntó porqué había vuelto.
-Acaban de despedirme –dijo con tristeza y cierta preocupación.
-Ay, Dios mío. ¡Qué vamos a hacer ahora! ¡Cómo vamos a seguir viviendo! –decía la esposa angustiada.
-Tranquila, Remedios. En estos casos, no hay mejor aliado que la calma. No te olvides que en otras épocas también fui marroquinero. Estuve pensando que, si acondicionamos el galpón y ponemos en funcionamiento las máquinas que tenemos allí, podría retomar esa actividad. No voy a ganar lo mismo, pero ayudaría. Además, sería una forma de ocupar el tiempo. Por los chicos no te preocupes. Voy a hablar con ellos y les voy a explicar todo pero… sin lágrimas ni miedos.
En ese momento, María Belén se dirigía a la cocina y había alcanzado a escuchar la conversación.
-No se preocupen tanto. Si todavía no puedo ejercer como profesora porque no tengo el título, puedo buscar como empleada administrativa. Van a ver que en unos meses, este momento, sólo será un mal recuerdo.
Su padre la detuvo.
-¿Y qué pensás hacer?
-Ay, papá, lo decís como si fuera una improvisada. Creo que para algo estudio ¿no es así? Estoy a punto de recibirme de profesora de Letras y puedo preparar alumnos –dijo algo molesta, pero entusiasmada.
-Te repito, ¿qué vas a hacer? –insistió
-No sé. Por lo pronto voy a comprar el diario y revisaré los clasificados. Algo va a aparecer.
Los padres habían quedado boquiabiertos con la respuesta de la muchacha y sabían que ella no retrocedía cuando tomaba una decisión.
Durante tres largos meses María Belén salía todas las mañanas con una frase de apoyo: Hoy voy a tener suerte y si no, mañana tendré otra oportunidad.
Ese viernes no se sentía con ánimo para salir. No obstante recogió el diario y lo repasó con atención. Llegando al final vio un aviso que le produjo curiosidad: BUSCO ACOMPAÑANTE PARA SEÑORA MAYOR, CON ESTUDIOS SECUNDARIOS COMPLETOS Y UNIVERSITARIOS. PREFERENTEMENTE CON CONOCIMIENTOS LITERARIOS.
Tomó el teléfono y marcó el número que figuraba allí. Cuando cortó hizo un intervalo de tiempo para pensar en la conversación mantenida. Se preparó y salió.
Era la hora del almuerzo cuando la muchacha regresó. Sin explayarse demasiado en los detalles, les dijo que había conseguido un muy buen trabajo. Se trataba de una señora mayor, muy culta, que buscaba una persona que la acompañara durante el día. Además, estaba escribiendo un libro con sus memorias y la eligió para ayudarla.
María Belén desbordaba de alegría. Había encontrado el empleo que le iba a permitir poner en práctica lo que había aprendido y lo que más le gustaba.
Llevaba seis meses trabajando en la casa de la señora Victoria Álvarez Agüero. Poco a poco se fue ganando su confianza.
Una mañana llegó antes de las ocho y alcanzó a ver a la señora que estaba en la cocina.
-Llegaste a tiempo para que desayunemos juntas. Hoy no vamos a escribir, tengo ganas de charlar.
Ambas se sentaron a la mesa y la dueña de casa comenzó diciendo:
-Hay una parte de mi vida en la que tengo bellos recuerdos. Pero la otra, es la que me produce dolor. He criado sola a tres hijos con mucho amor. Les he inculcado que no hay nada más importante que la familia y el respeto hacia los demás, pero pareciera que no lo han incorporado. Desde que viniste a esta casa sólo me han llamado para pedirme dinero, ni siquiera me han preguntado cómo estoy. Hay momentos en que me siento como si fuera una máquina de hacer giros postales. ¡Qué difícil resulta entender a los hijos! He tomado una decisión dura, pero necesaria. Tal vez me dé resultado, si no, por lo menos, lo he intentado. Pero, bueno, ya he hablado demasiado. ¿Y vos que me contás?
-Bueno, somos una familia común, unida, con los contratiempos que tienen todas las parentelas. Pasamos un momento muy duro cuando mi padre quedó sin trabajo, pero poco a poco sorteamos las dificultades. Por suerte, pude estudiar una carrera para poder defenderme en la vida y el resto de mis hermanos están terminando la secundaria. No hay mucho para contar.
Luego de la charla salieron a almorzar y la señora le dijo que se tomara el resto del día. Por primera vez María Belén sintió que el vínculo que había entre ellas, ya no era simplemente laboral. Había comenzado a verla como a la abuela que siempre había querido tener.
Esa tarde volvió más temprano. Tomó una merienda ligera y con prisa fue a su habitación. Remedios estaba en la cocina preparando la cena cuando escuchó la voz de ella.
-Mamá ¿dónde están mis blusas? Estaban para planchar pero no las encuentro. Tampoco veo mi pantalón negro.
-Hija, ¿no te acordás que el sábado lo llevaste a la tintorería?
Al trasponer la puerta de la habitación, Remedios se quedó sin palabras cuando vio que la cama de su hija estaba cubierta de ropa. Dentro de lo que la sorpresa le permitió, dijo:
-María Belén ¿qué significa esto? ¿Y esa valija?
-Mamá, la semana que viene me voy de viaje con Victoria. Me lleva a Canadá. Nunca me iba a imaginar que mi sueño de viajar se iba a hacer realidad.
-Por lo que veo, no pensabas decirnos nada hasta último momento –dijo la madre con una mezcla de dolor y celos.
-Ay, mamá, qué ocurrencia. Nunca me escapé por la ventana para ir a bailar y mucho menos ahora que soy una mujer. Una mujer que toma decisiones. Ya se los iba a decir.
-Ya lo sé… sólo que… desde que trabajas con esa señora casi no estás en casa. Hay momentos en que pareciera que tu hogar no fuera este sino aquél.
El día del viaje, toda la familia acompañó a la muchacha hasta el aeropuerto. Entre emoción y lágrimas, María Belén caminaba hacia la escalerilla del avión. La primera aeronave que la llevaría a recorrer el mundo.
Durante los cuarenta y cinco días en que estuvo de viaje no dejó de enviarles postales a través de internet.
Habían pasado diez años desde que trabajaba para la señora Victoria. Esa mañana cuando llegó, le llamó la atención que aún no se hubiera levantado, Al entrar en el dormitorio la encontró sentada en la cama con los anteojos puestos y con los manuscritos de sus memorias entre las manos. Tras llamarla varias veces intuyó que algo pasaba. Se comunicó con el médico de ella. Apenas la vio le dio la triste noticia que había fallecido a causa de un infarto.
Por un rato tuvo sentimientos confusos. El dolor y la incertidumbre estuvieron presentes. Los años que compartió con la señora pasaron muy rápido y los había vivido con intensidad. Aún cuando a veces se le cruzaba por la mente tal posibilidad, la realidad la sorprendió. En pocos minutos su corazón se convirtió en un torbellino de recuerdos. El día en que Victoria la aceptó para que la ayudara con el libro de sus memorias. La contención que le daba María Belén cuando recibía el llamado de alguno de los hijos pidiéndole dinero y el placer que a ella misma le causaba compartir esas horas con ella.
Con el transcurso de los días, el dolor por su ausencia fue desapareciendo y María Belén había vuelto a la tarea de buscar trabajo.
Ese lunes no se había sentido bien. Se cumplía un mes de la muerte de la señora y los recuerdos habían vuelto a ocupar un lugar en su corazón. Se dirigía a la cocina a prepararse un té cuando sonó el timbre. Era el cartero que le traía una carta documento. Al mirarla desconoció el remitente y tampoco entendió demasiado el contenido. No obstante, por la tarde se hizo presente en el lugar para saber de qué se trataba.
Mientras esperaba en la recepción a ser atendida se intranquilizó. Había llegado a preguntarse qué diablos estaba haciendo en ese lugar que no conocía. Unos segundos después se abrió la puerta y escuchó a la empleada que le preguntaba por qué motivo venía. Al mostrarle la carta documento sin demora la hizo pasar.
Una vez dentro del despacho, el letrado la puso en conocimiento y como comentario adicional, dijo:
-La última voluntad de la señora Victoria fue que usted fuera una parte beneficiaria de su fortuna y de sus bienes. En contra de sus deseos, la ley no le permite hacerlo de la manera en que quería. Ella tiene hijos que fueron concebidos dentro del matrimonio y no puede despojarlos de la legítima que les corresponde porque son herederos forzosos. Por eso, esto es lo que recibirá:
- la suma de $ 500.000 que está depositada en la cuenta corriente y que usted tendrá que abrir una cuenta igual o caja de ahorros para que se le deposite el dinero.
- una camioneta 4 x 4, modelo 1990.
- las regalías que obtenga de la publicación de sus memorias.
Perpleja con la noticia, dijo:
-¡Yo no puede aceptarlo!
-Ahora, esto le pertenece señorita. Por favor, firme aquí.
Por un largo rato no pudo articular palabra. Cuando se repuso del asombro estuvo en condiciones de cumplir con los requisitos legales.
Al mismo tiempo, el abogado le dijo que la señora Victoria había tomado esa decisión porque en los últimos años de su vida y, cuando más necesitaba, había sentido el desamor de los hijos.
Llevaba tres meses sin trabajo. No obstante estaba preparándose para rendir la última materia de la carrera y le faltaban pocas páginas por corregir de las memorias. Una vez finalizada se abocaría a la publicación.
Para distraerse un poco salió a caminar. Después de varias cuadras se encontró frente a una agencia de viajes. Al término de los trámites y con los papeles que le entregaron, sonrió y se dijo:
-No fui a buscar trabajo pero, hoy es mi día de suerte. Gracias a Victoria voy a preparar las valijas para cumplir con mi sueño, viajar. |